Juan Javier Gómez Cazarín.*
No es la primera vez. Ya estuvieron aliados antes. Ya tuvieron la oportunidad y la voluntad política de tomarse juntos una foto y enfocar sus energías y habilidades hacia objetivos comunes. Ya celebraron, en su momento, la enorme eficacia de su sincronía y coalición. De hecho, hasta el discurso fue parecido: era por el bien de México, era en el mejor de los intereses del pueblo, decían.
Lo de productivos no se les regatea. De hecho fueron muchas y diversas las razones que tuvieron para celebrar descorchando botellas de carísimo vino. Se sirvieron con la cuchara grande. En total fueron 11 reformas estructurales impulsadas por Enrique Peña Nieto. Todas de espaldas a México y de espaldas a la propia militancia de sus partidos.
Entregaron los recursos energéticos del país, concretamente el petróleo en el Golfo de México, al sector privado, compuesto mayoritariamente por compadres y familiares asociados con empresas extranjeras.
Etiquetaron de “reforma educativa” una reforma laboral disfrazada, que despojó de derechos a las maestras y maestros de México, para facilitar sus despidos y desconocer décadas de lucha sindical del magisterio.
Ya entrados en eso, se fueron por una reforma laboral que facilitó despidos y consolidó la figura de la subcontratación, que permite, básicamente, tener empleados sin reconocerlos como tal para no pagarles aguinaldos y no afiliarlos al Seguro Social.
Y así, con las telecomunicaciones, la competencia económica, los órganos electorales, etcétera.
Los resultados: menos soberanía, más pobreza, más corrupción. El pueblo se los cobró en 2018.
Hoy la necesidad los vuelve a reunir y los obliga a despojarse de la poca vergüenza que le quedaba a sus dirigentes. Han encargado encuestas, han medido el pulso de la gente, han imaginado escenarios, se han cruzado información entre ellos y el resultado de sus compulsas es el mismo: la gente tiene memoria, el pueblo sigue sin perdonarlos. Van a perder. Los mueve una punzada de miedo que los cruza del estómago al espinazo. Un miedo que poco a poco se empieza a volver pánico.
No se unieron para comprar respiradores artificiales, no se unieron para mandar ayuda a Tabasco, no se unieron para respaldar el esfuerzo del pueblo –o ya no se diga del pueblo, ni siquiera de su propia militancia- en medio de la pandemia. Se unieron para ver qué sacan, para ver qué rescatan de lo perdido.
Esta vez no habrán de celebrar triunfos. Los votos legislativos que necesitaron para sus reformas los tenían entre ellos. El voto popular que necesitan esta vez está entre la gente y la gente no ha olvidado sus nombres.
*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado.